04/23/21 - LA IGLESIA PRIMITIVA

Ánimo para madres

Ánimo para madres

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” (Gálatas. 6:9)

El Señor me ha estado recordando últimamente, a través de mi esposo y de otros, que continuamente debo estar a las vivas, vigilando y entrenando a los niños. Como madre, no tengo descanso de mi responsabilidad– Tengo que estar disponible y lista 24 horas al día, 7 días a la semana. Gracias a Dios, tengo un esposo que está sirviendo al Señor, y lleva más de la mitad de la carga. (Mi esposo incluso trabaja en casa la mayor parte del tiempo, ¡lo que es una bendición!) Pero también sé que mucho depende de mí. “La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba.” (Prov. 14:1).

Pensé en compartir con ustedes, otras madres, estos versículos de la Palabra, que han sido un ánimo para mí en mis responsabilidades de entrenamiento de los niños. Los tengo en mi refrigerador, donde puedo verlos todos los días.

“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.” (Prov. 13:24)

“Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo.” (Prov. 19:18)

“La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él.” (Prov. 22:15)

“No rehúses corregir al muchacho; Porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol.” (Prov. 23:13, 14)

“La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre.” (Prov. 29:15)

“Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.” (Prov. 29:17)

“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” (Heb. 12:11)

Las bendiciones de Dios reposan sobre aquellos que siguen Su camino. El mundo tiene ideas completamente opuestas al camino del Señor. Pero “La Palabra de Dios… permanece para siempre.” (1 Pedro 1:23)

Por Mónica Rohrer